La Ortodoncia es una especialidad muy reciente dentro de la Odontología, y aunque las malposiciones dentarias ya incomodaron a nuestros antepasados desde el inicio de los tiempos, los primeros aparatos para tratarlas no surgieron hasta el siglo XVIII, siendo su eficacia muy limitada, y su empleo bastante engorroso.
Hubo que esperar a la segunda mitad del siglo XIX, y sobre todo a principios del siglo XX, para contar con artefactos clínicos verdaderamente útiles, así como con protocolos acertados para clasificar las maloclusiones, hacer diagnósticos certeros y elaborar eficientes planes de tratamiento.
Las primeras referencias conocidas sobre las malposiciones dentarias se atribuyen a un tal Adamandios, del siglo V a.C. el cual relacionaba además dichas malposiciones con el carácter, afirmando lo siguiente: «aquellos individuos cuyos labios están hacia afuera debido al desplazamiento de sus incisivos son de mal carácter, chillones y difamadores». Esta presunta relación entre el aspecto físico, sobre todo el de la cara, y el carácter de una persona es la base de la Fisionomía, una pseudo ciencia que tuvo muchos adeptos en el pasado y aún en la actualidad. De aquí viene el dicho popular: «La cara es el espejo del alma». Carece de rigor científico.
Hipócrates (siglo V-IV a.C.) afirmaba: «Los individuos de cara alargada tienen con frecuencia el paladar muy arqueado. Esto causa apiñamiento dentario. También padecen estos sujetos cefaleas y otorreas frecuentes». No andaba tan descaminado al relacionar los paladares estrechos con falta de espacio para los dientes, con problemas del oído medio y con cefaleas por otitis y/o sinusitis.