
Depués de multples intentos fallidos como hemos visto en anteriores entradas, la solución vino de un médico dentista norteamericano que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX: Edward Hartley Angle.
Diseñó el que se conocería como “Aparato de arco de canto”: El primer artilugio verdaderamente eficaz y capaz de controlar el movimiento de los dientes en los tres planos del espacio.
Angle colocaba en cada diente una banda de oro que lo envolvía a modo de cinturón. Estas bandas llevaban incorporados unos pequeños bloques también de oro provistos de una ranura horizontal llamados “brackets”. Finalmente introducía en estas ranuras un arco curvo de oro-platino que era el que alineaba los dientes y daba forma a la arcada.

Primitivo aparato de arco de canto
Sobre este mismo diseño se basan nuestros modernos aparatos fijos.
Aparatos fijos modernos: Aparatos fijos convencionales, aparatos fijos estéticos y aparatos fijos linguales (ortodoncia invisible). Con ellos se logra un alineamiento dentario perfecto.
Posteriormente a Angle, surgieron principalmente en Europa unos nuevos aparatos capaces de modificar el crecimiento del maxilar superior y de la mandíbula. Se conocen como aparatos funcionales. Se colocan cuando los pacientes están en crecimiento, y permiten modificar la arquitectura ósea de los maxilares. Ambos sistemas son complementarios, y usados con sabiduría nos permiten obtener excelentes resultados estéticos y funcionales.
Modernos aparatos funcionales. Con ellos actuamos sobre los maxilares, corrigiendo los defectos esqueléticos.